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Textos de miedo.....Halloween 2009

Siempre me advirtieron que no moviera la copa y jamás les hice caso. Yo recorría las letras del tablero y me tronchaba cuando veía sus caras descompuestas, cuando escuchaba sus respiraciones entrecortadas, cuando sentían de pronto la caricia helada de mis manos.

Una noche partí la copa y cundió el pánico. Quise decirles que había sido yo, pero ya era demasiado tarde. Sin embargo, no se quedaron en casa ni hubo que clausurar aquella habitación como hizo mamá la última vez. Se fueron como almas cargadas por el diablo y yo hasta ahora les echo de menos.

Los nuevos inquilinos nunca juegan con el tablero, y a mí me da vergüenza mover las cosas sin que me llamen.

                                                                        Fernando Iwasaqui

“Mis ojos se volvieron maquinalmente hacia la puerta abierta. Otra vez me quede petrificado ante la visión espantosa de lo que acaba de hacer aparición.

Era un hombre (si se le podía llamar así) altísimo. A través de su carne putrefacta asomaban unos huesos delgados. Tenía un color grisáceo. Iba envuelto en una sábana rematada por una caperuza que le cubría la cabeza. Allí ardían los ojos demoníacos que brillaban como carbones al rojo. Le colgaban la mandíbula, lo que le permitía ver una lengua arrugada y negra y unos colmillos mellados.

-         Soy el aterrorizador americano-dijo con voz cavernosa-  Mira mi sangre y mis huesos. Soy repugnante y horrible. Puedo hacerte encarecer en una sola noche.

El monstruo me abrió sus  brazos descarnados. Retrocedí, y desapareció dejando tras de sí un hedor nauseabundo.

                                                A.C. Doyle, Se necesita fantasma

Me encontré sentado en la biblioteca, y de nuevo solo. Parecía que había despertado de un sueño confuso y excitante. Sabía que era medianoche y que desde la puesta del sol Berenice estaba enterrada. Pero no tenía una idea exacta, o por lo menos definida, de ese melancólico período intermedio. Sin embargo, el recuerdo de ese intervalo estaba lleno de horror, horror más horrible por ser vago, terror más terrible por ser ambiguo. Era una página espantosa en la historia de mi existencia, escrita con recuerdos siniestros, horrorosos, ininteligibles. Luché por descifrarlos, pero fue en vano; mientras tanto, como el espíritu de un sonido lejano, un agudo y penetrante grito de mujer parecía sonar en mis oídos.

 Yo había hecho algo. Pero, ¿qué era? Me hice la pregunta en voz alta y los susurrantes ecos de la habitación me contestaron: ¿Qué era?

 

 

 

 

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