Halloween....tiempo de historias de miedo
La habitación maldita
Llegué sin reserva porque para eso soy cliente habitual, pero no quisieron darme la única habitación que les quedaba. A regañadientes me entregaron la llave y se ofrecieron a buscarme una suite en otro hotel de la cadena, mas yo estaba muy cansado y subí sin hacerles caso.
La decoración no era la misma de las otras habitaciones: las paredes estaban llenas de crucifijos y los espejos apenas reflejaban mis movimientos. Recién cuando me eché en la cama reparé en la pintura del techo: un Cristo viejo y enfermo que me miraba sobrecogido. Me dormí con la inexplicable sensación de sentirme amortajado.
Un clavo de frío me despertó, y junto a la cama una mujer de niebla me dijo con infinita tristeza: «¿Por qué has sido tan imprudente? Ahora te quedas tú». Desde entonces sigo esperando que venga otro, para despertarlo con mis dedos de hielo y poder dormir de una vez.
Que nadie las despierte
Nada me produce más horror que volver a casa de madrugada por cualquiera de esas flamantes autopistas que circunvalan mi ciudad. Los carteles fosforescentes me infunden un sosiego adormilador, y las luces de los coches se disuelven líquidas en la cremosa oscuridad. Me hipnotiza ese veloz resplandor que engulle las líneas blancas de la autovía y me pregunto si acabaré en la cuneta o contra los pilotes que reverberan gelatinosos, casi difuminados por los pinceles de mis párpados.
De pronto pienso en las niñas y me enderezo, me abronco, me pellizco. Ellas desean verme al despertar, y si muero mientras duermen les condenaría a una feroz vigilia de pesadillas. Pero el sueño en la carretera me envuelve con redes sutiles y bostezo como los túneles o cabeceo al viento como las soñolientas adelfas, cuajadas en la insoportable monotonía de las regueras. A lo lejos brilla turbia la ciudad y en la duermevela busco las farolas de mi calle, la luz del portal de casa, la lámpara de mi mesilla de noche...
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