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¿Qué sentirías tú si de repente te encontraras trasladada en el tiempo en una ciudad desconocida y sin saber cómo has llegado allí? ¿A quién podrías ir a contar tu historia sin que te tomara por loca? Esto es lo que le ocurre a Ramony.

Después de un ajetreado viaje en avión que les ha trasladado desde Suecia hasta Roma, se encuentra visitando con todos los de su clase las ruinas de Pompeya. Se queda horrorizada al ver los moldes de escayola que los arqueólogos han reproducido de los escombros de las toneladas de cenizas que sepultaron toda la ciudad tras la erupción del Vesubio. Se pueden ver hombres, mujeres y niños ¡hasta animales! en las posturas más terribles que muestran cómo luchaban para evitar ser sepultados por la lava y las cenizas del volcán.

Ramony se siente mal y decide descansar en un rincón de lo que fue en su tiempo una panadería. Cuál será la sorpresa de Ramony cuando al despertar ve una Pompeya viva.

No tarda en conocer a alguna a Theo y su familia que le acogen como a una hija. No es que crean su historia (algunos piensan que está un poco "ida" de la cabeza...) pero, le cogen cariño.

Lo más difícil será intentar convencer a todos de que deben abandonar la ciudad. Ya ha tenido lugar el primer terremoto y sabe que en poco tiempo (después de cuatro terremotos) tendrá lugar la erupción del volcán que sumirá en una horrible muerte a toda la ciudad. La historia dice (y eso lo sabe Ramony) que sólo unas pocas personas que abandonaron la ciudad en barco consiguieron salvarse.

Nadie le cree, es desesperante. Cuando parece que no va a conseguir nada la historia da, además, un gran giro por lo que tendrá que temer ya por su propia vida o enfrentarse a un futuro casi peor que la muerte.

Es una historia trepidante que engancha desde el principio y que, además, nos hacen conocer mejor unos hechos pasados de nuestra propia cultura