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Anatomía de un libro

GUÍA DE LECTURA PARA NAVIDADES

UN GUÍA LECTURA PARA ESTAS NAVIDADES: PASIÓN , AVENTURA, MISTERIOS, REALIDADES SOCIALES, FANTASÍAS...Y MUCHO MÁS!

LA VIDENTE Y LA ESPADA

Tras someter al país de Bellandra y matar a su monarca, el rey Kared regresa a su tierra con una espada mágica y dos regalos para su hija, la princesa Torina: una esfera de cristal, en la que ella puede ver el futuro, y un esclavo, Landen, el príncipe destronado. Pero la niña libera al muchacho y nace así una amistad muy especial, que provocará tragedias y alegrías y marcará la vida de mucha gente para siempre.

EL PINTOR DEL SOMBRERO DE MALVAS

Un adolescente problemático, que reside en París con su madre, es enviado a pasar una temporada con una vieja tía a la villa rural de Auvers. Durante su estancia en esa localidad, en el verano de 1890, conocerá a Vincent, un pintor que parece beberse la vida con cada violenta pincelada que practica sobre el lienzo. Pronto se harán inseparables y lo acompañará en su deambular por los campos de Val d’Oise y en su infatigable lucha contra los convencionalismos de la vida provinciana. También descubrirá el amor, se le revelarán algunos misterios sobre su pasado y se enfrentará por primera vez a la muerte, lo que le obligará a tomar una decisión sobre el futuro que le aguarda.

LOS SECRETOS DEL RIO

Razo, bajito, gracioso y no muy buen soldado, está seguro de que su capitán le ha pedido por compasión que participe en una misión de élite.

Pero cuando los bávaros llegan a aquel extraño país del sur, es Razo quien descubre el primer cadáver. Él es el único bávaro capaz de hacerse amigo tanto de los de alta alcurnia como de los de clase baja. Y es el único que debe aceptar su propio talento para devolver a casa sanos y salvos a los soldados bávaros.

TAMBORES DE CRISTAL

Un joven periodista de origen francés, seductor y aventurero, que ha sido contratado para realizar un reportaje sobre la situación política en la República Centroafricana, descubre que la situación es todavía más desesperada de lo que había imaginado...

LAS PIEDRAS QUE HABLAN

Kamal, el protagonista de esta historia, es un niño palestino que sufre la ocupación israelí de las tierras donde vive con su familia. Acosados por el ejército con continuos toques de queda, asaltos y prohibiciones, los jóvenes de la región se rebelan utilizando la única arma que tienen: las piedras. Sin embargo, Kamal sabe que la convivencia es posible --su abuela es judía y su abuelo palestino--, e intentará buscar una solución pacífica al conflicto, basada en la aceptación de la realidad y la mezcla de las tres culturas: musulmana, judía y cristiana.

 

EL TRÉBOL DE KINSALE

Año 1602. Tres mil soldados españoles desembarcan en Kinsale, al sur de Irlanda, para ayudar a los rebeldes en su lucha contra la ocupación inglesa. Uno de esos soldados es Rodrigo Vergara, que rápidamente conquista el corazón de una noble irlandesa. Ella, como prueba de su amor, le entrega una valiosa joya de oro, diamantes y esmeraldas, en forma de trébol de cuatro hojas: la suerte absoluta. Cuatro siglos después, Alicia tiene todo el verano por delante antes de comenzar la universidad. Su premio por las buenas notas en Selectividad es un viaje a Irlanda para practicar inglés. Cuando llega a Kinsale, piensa que sus vacaciones en ese pueblecito pesquero serán muy apacibles. Pero pronto descubre que allí nada es lo que parece. Un hombre desaparecido, un joven seductor llamado Vergara, muchos secretos, y la búsqueda de una joya que cambiará la vida de aquel que la encuentre. Desde luego, para Alicia este no va a ser un verano como los demás...

INVITACIÓN

Os trasmito la invitación de Ana Alcolea a la presentación del libro Cuentos a la orilla del sueño, de la Fundación Theodora. 

El libro recoge 26 relatos escritos e ilustrados de forma desinteresada por diversos autores en una cuidada e interesantísima edición que no os podéis perder.

Los beneficios obtenidos con las ventas van directamentamente dirigidos a la Fundación Theodora.

 


Queridos amigos:
 
Os contaré que este próximo sábado día 11, en Zaragoza, a las 6 de la tarde, en El pequeño teatro de los libros, se presentará el libro CUENTOS A LA ORILLA DEL SUEÑO.
Como algunos ya sabéis, es un libro de 26 cuentos escritos por otros tantos autores e ilustrados por otros tantos ilustradores, para conmemorar el décimo aniversario de la FUNDACIÓN THEODORA, la que lleva a los Doctores Sonrisa a visitar a niños hospitalizados.
He tenido la alegría de participar con un relato titulado "Las estrellas de Laia", y además estar al lado de escritores estupendos. Citaré a dos compañeros de estas tierras: Ramón Acín y Daniel Nesquens.
En la presentación estaremos algunos de los autores, de los ilustradores y una de las Doctoras Sonrisa, que también contará cuentos.
Será estupendo veros por allí, tanto si traéis niños como si no: aquello de que todos tenemos un niño dentro se va haciendo cada vez más verdad.
Así que... ánimo. Lo paseremos bien, y además, si compráis el libro que, no es por nada..., pero es precioso..., contribuiréis a engrandecer una fundación que hace cosas muy hermosas por los  niños enfermos.
Hasta el sábado a todos los que vengáis.
 
Un gran abrazo y mi cariño.

Ana Alcolea

 

Hoy te recomendamos

EN LLAMAS

SUZANNE COLLINS

Es el segundo tomo de la trilogía de Los Juegos del Hambre (que es como se llama la primera entrega).

Al terminar el anterior volumen la historia había dado un giro inesperado.

Los Vigilantes del Capitolio no contaban con que Katniss se sacara un as de la manga justo en el momento en el que sólo quedaban ella y Peeta en la Arena. No sólo se trata de una tradición que nunca se ha quebrantado el que sólo pueda salir uno con vida del campo de batalla, es que la propia filosofía de los juegos consiste en machacar las conciencias de habitantes de los distintos distritos para que ni les pase por la cabeza cuestionar el poder y la hegemonía del Capitolio.

Pero mostrando a las cámaras unas simples bayas venenosas Katniss ha puesto en un aprieto a los Vigilantes y al propio Capitolio. Han tenido que claudicar y perdonar la vida también a Peeta.

En esta segunda entrega las cosas continúan donde quedaron.

Peeta y Katniss viviendo en la aldea de los vencedores con la sola compañía de un Haytmitch borracho.

Pero una inesperada visita del propio presidente Snow cambia absolutamente el panorama. Antes de iniciar la gira de los vencedores esta entrevista le deja claro que su vida y la de todos a los que ella quiere depende de su actuación. Tendrá que seguir fingiendo su amor por Peeta que ha cautivado a los habitantes del Capitolio.

Pero durante la gira las cosas no van bien. Observan que en los distintos distritos los ánimos están caldeados. Hay olor a sublevación y levantamiento y sólo ella es la culpable.

Se debate entre la posibilidad de huir o de liderar la rebelión. Pero, una vez más, el Capitolio demuestra quién es el que lleva las riendas en el asunto y no va a dejar que los distintos distritos se solivianten.

A Katniss y Peeta les cambiará la vida en cuestión de segundos. La tragedia se repite pero el desenlace no puede ser el mismo.

Todas las ilusiones que se habían podido hacer se esfuman en un instante.

No se puede contar casi nada de la trama porque todo en este libro es inesperado. La trama va dando continuos giros que hacen que uno tenga que seguir su lectura con ansiedad.

Al que le haya gustado la primera parte, esta segunda le cautivará.

Datos:

Editorial Molino. 487 pág. Año 2010. De 15 años en adelante.

Lecturas recomendadas

LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Katniss es una chica del distrito 12 de Panem que tiene que luchar por sobrevivir en un mundo hostil donde no existe la libertad y la compasión es una cualidad de los que están destinados al fracaso.
Ahora tiene dieciséis años pero desde la muerte de su padre en la mina, tendrá que vivir al día procurando llevar comida a su madre -sumida en una gran depresión- y a su hermanita Prim a la que ama con locura. Para ello se alía con Gale un chico de su edad y todos los días quebrantan la ley para pasar al bosque y poder cazar con sus arcos.
La vida de este distrito, como de los otros once distritos más, tiene un centro sobre el que gira todo. Aunque nadie quiere recordarlo siempre llega. Se trata de los Juegos del Hambre. Una competición creada por el Capitolio para recordar a los once distritos que en su día se levantaron contra ella, quién domina a quién.
Todos los chicos y chicas de los distintos distritos tienen posibilidades de salir elegidos en el sorteo. Habrá dos representantes de cada distrito, en total 24 chicos y chicas, se reunirán en un lugar desconocido a competir por la supervivencia. Sencillamente: han de matarse unos a otros. Sólo puede haber un vencedor. Esta competición está pensada como un reality-show. Hay cámaras por todos los lados y desde el Capitolio se presenta como una gran fiesta: "¡qué honor competir representando a tu distrito!"
Katniss será separada de su familia y, junto con otro chico al que no conoce mucho, será llevada al Capitolio. Como en los antiguos sacrificios humanos, los concursantes que, por lo general, han llevado una vida llena de sacrificios y penas, serán cebados y embellecidos. Todo un equipo rodeará a cada candidato para sacar de ellos lo mejor: estilistas, maquilladores, sastres, entrenadores... Pero todo ello se resuelve enseguida. Desde que salen elegidos hasta que se encuentran en el campo de batalla apenas pasa una semana y allí se encuentran sólos.
Un espectáculo dantesco con chicos de los distritos más ricos que se preparan durante toda su vida para concursar (los llamados "Profesionales") y la gran mayoría que sólo luchan para no morir.
En aquel infierno dominan el terror, la muerte el sufrimiento y la traición, pero también cabe la amistad, la lealtad y el amor.
Aunque no lo parezca, estamos ante una novela en la que predomina el amor y la amistad que sobresalen precisamente por contraste con el oscuro transfondo de un mundo degenerado

ANATOMÍA DE UN LIBRO

HOY TE RECOMENDAMOS

Este libro es la historia de Charles Benetto. Cuando era pequeño su padre le dijo: "Puedes ser el niño de mamá o el niño de papá, pero no puedes ser ambas cosas". Elige a su padre, al que adora, hasta el día en que éste desaparece y abandona a su familia.

Años más tarde, tras la ruptura de su matrimonio y el fracaso en su vida profesional, Chick es un hombre destrozado. Lejos quedan sus días de gloria como jugador de beisbol, su feliz matrimonio. Hundido en el alcoholismo, Chick toca fondo al recibir las fotos de la boda de su hija, a la que ni siquiera ha sido invitado. Decide suicidarse y para ello vuelve a la antigua casa de su madre, fallecida hace pocos años. Entrando en el pueblo tiene un grave accidente; y ahí, en la frontera entre la vida y la muerte, se encuentra con su añorada madre para pasar juntos un día más. Chick conocerá entonces la verdadera historia de su familia y los muchos sacrificios que su madre hizo para que saliesen adelante. Chick descubrirá el amor incondicional de su madre.

Como otros títulos de Mitch Albom; este libro no deja indiferente, hace pensar. Algunos capítulos conmueven al lector, en especial aquellos capítulos en los que el autor narra puntos de la lista hecha por Chick tras la muerte de su madre y que consta de dos partes; "Las veces que mi madre me apoyó" y "Las veces que no apoyé a mi madre". Como dice Chick en el libro; "El desequilibrio resultante era muy triste".

Hoy te recomendamos...

Martes con mi Viejo Profesor

El periodista Mitch Albom escribe este libro surgido de los encuentros con su antiguo profesor de universidad, Morrie Schartz, cuando a éste le diagnostican Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA); una enfermedad mortal. A Morrie le quedan dos años de vida. Mitch es un periodista obsesionado con su trabajo, con problemas familiares (no se habla con su hermano; que tiene cáncer de páncreas) y cuyo principal objetivo es ganar mucho dinero y aparentar una juventud de la que carece. Cuando un viernes por la noche, haciendo zapping se encuentra con la entrevista a su antiguo profesor, del cual ha perdido la pista a pesar de haberle asegurado que seguiría en contacto con él, y se entera de la enfermedad que padece. Va a visitarle a su casa, y tras ese primer encuentro deciden quedar todos los martes.

 

El libro nos va contando los encuentros de cada martes, y al mismo tiempo, Mitch cuenta en otros capítulos mediante flashbacks algunos recuerdos de la universidad; la primera clase con Morrie, la primera comida juntos, etc.

 

A través de esos encuentros, Morrie va haciendo pensar a Mitch (y al lector) sobre algunos temas que pueden parecer muy aburridos ( la muerte, la vejez, la familia, la sociedad, el matrimonio, etc.) pero que son vistos de una forma muy sencilla, amena y práctica. El lector va viendo como Mitch cambia en su forma de pensar gracias a los esfuerzos de su antiguo profesor.

COMIENZA EL NUEVO AÑO....¡LEYENDO!

LECTURAS PARA EL 2010

 

ASIER Y LA BATALLA DE LOS ESPEJOS

Entonces Carlos les contó que en el séptimo libro de los sabios de Utar se hablaba de una ciudad llamada "la ciudad de los espejos" (...). La vida discurría con tranquilidad y cierta monotonía hasta que un día un hombre, que tenía fama de ser mago, creó un espejo diferente. Quien se contemplaba en él veía reflejada su alma».

Una nueva aventura de Asier, caballero de las tierras de Urania, en la que tendrá que liberar a los habitantes de Siraida de las garras de la malvada bruja Erfidia, que los tiene esclavizados.

La lucha será dura, sobre todo después de que el joven sea capturado por Erfidia, quien envenenará su alma con un brebaje mágico. Pero Asier conseguirá huir y contará con la ayuda de sus nuevos amigos: Sabas, Alberto, Pablo, Martín, y especialmente de Aleia. Vestido con un curioso traje hecho de espejos luchará en una gran batalla final. ¿Conseguirán entre todos vencer a la tirana Erfidia?

Valores: Solidaridad, Amistad, Libertad, Autoestima, Generosidad, Amor, Superación.

 

AIRE NUESTRO

Aene, o Aire Nuestro, es una multicadena televisionaria cuyos once canales simultáneos van del Telepurgatorio en el que Walt Whitman y García Lorca bailan y se besan a la Teletienda que vende futuros, como el de Juan Carlos III agonizando en 2398 mientras le es revelada la esencia de la fonología española, Emilio Alarcos Llorach mediante. Aire Nuestro, Aire nuestro, es la vida hecha pantalla.

Ya que Aire nuestro ofrece once canales imposibles de una cadena hiperrealista, teleplatónica y televisionaria que hace misticismo gonzo, hagamos zaping. Primer canal: Johnny Cash visita España, canta en la catedral de Santiago y tiene una hija con una camarera que morirá en la tragedia del cámping de Biescas. Tercer canal: un ecuatoriano que trabaja descuartizando cerdos asiste a la consulta del psiquiatra burgalés Félix Rodríguez de la Fuente. Uno más: un terrorista recibe de Elvis Presley el encargo de preparar un atentado contra el Presidente que ejecutará un torero casado con Paulina Rubio. El último: el padre de Manuel Vilas, antes convertido en la defensora del neovaginismo Manuela Vilas, le reprocha que incluyera su foto en España. Es suficiente. Puede o no saber que España consagró a Vilas, que Aire Nuestro es un salto en su narrativa, que junto a Fernández Mallo se trata de nuestro más talentoso renovador. Pero, zapeado lo zapeado, debe decidir. Opción A: pasa de estos rollos modernos y graciosetes con mutantes, afterpops y nocilleros. Opción B: detecta enseguida que algo así, en manos de Vilas, el poeta que fragmenta y retuerce la prosa con riesgo formal, crítica, reflexión, polifonía y un buñuelesco humor made in Aragón, promete calidad sea cual sea su materia prima, obsesiones con el rey o la Generación del 27 incluidas; disfrute entonces Aire nuestro, que en aspectos como el simbólico hasta mejora España. Opción C: no sé, no sé… En tal caso, suscríbase, ni que sea unos días. Aire nuestro tiene fútbol, reality shows y cine x. Pero rebosa inteligencia frente a cualquier televisión. Y arte frente a la gran mayoría de las novelas de hoy. Es aire fresco.

MALA LUNA

Es posible que existan aún poemas inéditos de Miguel Hernández? ¿Dónde se esconderá el cuaderno en el que escribió sus últimos versos?
Clara y Víctor, dos adolescentes, intentarán hallar la respuesta a estas preguntas e iniciarán una búsqueda apasionante que les revelará mucho más de lo que pensaban. Conocerán la verdad que esconde la memoria de sus respectivos abuelos, se descubrirán el uno al otro y fluctuarán entre la amistad y la desconfianza, la lealtad y la traición. Los sentimientos aflorarán siguiendo el rastro del poeta cabrero.

RETRATO DE UN HOMBRE INMADURO

En la habitación de un hospital, y en el curso de la que muy probablemente sea su última noche en este mundo, un hombre de unos 65 años le cuenta a alguien y también a sí mismo, la historia de su vida. Dejándose llevar por el azar de la memoria y la fluidez de su propio relato, va y viene en el tiempo, rescatando, con no poco humos, lar pequeñas y más significativas aventuras que vivió y que vio vivir. Porque a este hombre le ha gustado mirar siempre el espectáculo del mundo tanto o más que participar en él. Pero, como todos, conoció el amor, el sabor agridulce de la libertad, el poder, el horror, la belleza, la amistad, la doble conciencia, y en fin, todos los ingredientes de que está la vida. Y no sólo cuenta, sino que al hilo de cada episodio busca algún sentido al viejo misterio de vivir, ahora que no hay tiempo ya de engañarse ni de rectificar. Como quien manipula las piezas para formar un puzzle, se enlazan el rápido curso vital y los remansos reflexivos, el bullir inagotable de personajes y peripecias casi siempre cómicas o absurdas, para trazar el perfil de un hombre sesudo y a la vez infantil, responsable y a la vez arbitrario, bueno al a vez que inmoral: un retrato del hombre contemporáneo.

 

 

 

CUENTO DE NAVIDAD II

Navidad en los Andes

Ciro Alegría (1909 - 1967)

Marcabal Grande, hacienda de mi familia, queda en una de las postreras estribaciones de los Andes, lindando con el río Marañon. Compónenla cerros enhiestos y valles profundos. Las frías alturas azulean de rocas desnudas. Las faldas y llanadas propicias verdean de sembríos, donde hay gente que labre, pues lo demás es soledad de naturaleza silvestre. En los valles aroman el café, el cacao y otros cultivos tropicales, a retazos, porque luego triunfa el bosque salvaje. La casa hacienda, antañona construcción de paredes calizas y tejas rojas, álzase en una falda, entre eucaliptos y muros de piedra, acequias espejeantes y un huerto y un jardín y sembrados y pastizales. A unas cuadras de la casa, canta su júbilo de aguas claras una quebrada y a otras tantas, diseña su melancolía de tumbas un panteón. Moteando la amplitud de la tierra, cerca, lejos, humean los bohíos de los peones. El viento, incansable transeúnte andino, es como un mensaje de la inmensidad formada por un tumulto de cerros que hieren el cielo nítido a golpe de roquedales.

Cuando era niño, llegaba yo a esa casa cada diciembre durante mis vacaciones. Desmontaba con las espuelas enrojecidas de acicatear al caballo y la cara desollada por la fusta del viento jalquino. Mi madre no acababa de abrazarme. Luego me masajeaba las mejillas y los labios agrietados con manteca de cacao. Mis hermanos y primos miraban las alforjas indagando por juguetes y caramelos. Mis parientes forzudos me levantaban en vilo a guisa de saludo. Mi ama india dejaba resbalar un lagrimón. Mi padre preguntaba invariablemente al guía indio que me acompañó si nos había ido bien en el camino y el indio respondía invariablemente que bien. Indio es un decir, que algunos eran cholos. Recuerdo todavía sus nombres camperos: Juan Bringas, Gaspar Chiguala, Zenón Pincel. Solían añadir, de modo remolón, si sufrimos lluvia, granizada, cansancio de caballos o cualquier accidente. Una vez, la primera respuesta de Gaspar se hizo más notable porque una súbita crecida llevóse un puente y por poco nos arrastra el río al vadearlo. Mi padre regañó entonces a Gaspar:

- ¿Cómo dices que bien?

- Si hemos llegao bien, todo ha estao bien-, fue su apreciación.

El hecho era que el hogar andino me recibía con el natural afecto y un conjunto de características a las que podría llamar centenarias y, en algunos casos, milenarias.

Mi padre comenzaba pronto a preparar el Nacimiento. En la habitación más espaciosa de la casona, levantaba un armazón de cajones y tablas, ayudado por un carpintero al que decían Gamboyao y nosotros los chicuelos, a quienes la oportunidad de clavar o serruchar nos parecía un privilegio. De hecho lo era, porque ni papá ni Gamboyao tenían mucha confianza en nuestra destreza.

Después, mi padre encaminábase hacia alguna zona boscosa, siempre seguido de nosotros los pequeños, que hechos una vocinglera turba, poníamos en fuga a perdices, torcaces, conejos silvestres y otros espantadizos animales del campo. Del monte traíamos musgo, manojos de unas plantas parásitas que crecían como barbas en los troncos, unas pencas llamadas achupallas, ciertas carnosas siemprevivas de la región, ramas de hojas olorosas y extrañas flores granates y anaranjadas. Todo ese mundillo vegetal capturado, tenía la característica de no marchitarse pronto y debía cubrir la armazón de madera. Cumplido el propósito, la amplia habitación olía a bosque recién cortado.

Las figuras del Nacimiento eran sacadas entonces de un armario y colocadas en el centro de la armazón cubierta de ramas, plantas y flores. San José, la Virgen y el Niño, con la mula y el buey, no parecían estar en un establo, salvo por el puñado de paja que amarilleaba en el lecho del Niño. Quedaban en medio de una síntesis de selva. Tal se acostumbraba tradicionalmente en Marcabal Grande y toda la región. Ante las imágenes relucía una plataforma de madera desnuda, que oportunamente era cubierta con n mantel bordado, y cuyo objeto ya se verá.

En medio de los preparativos, mamá solía decir a mi padre, sonriendo de modo tierno y jubiloso:

- José, pero si tú eres ateo...

- Déjame, déjame, Herminia, replicaba mi padre con buen humor-, no me recuerdes eso ahora y...a los chicos les gusta la Navidad...

Un ateo no quería herir el alma de los niños. Toda la gente de la región, que hasta ahora lo recuerda, sabía por experiencia que mi padre era un cristiano por las obras y cotidianamente.

Por esos días llegaban los indios y cholos colonos a la casa, llevando obsequios, a nosotros los pequeños, a mis padres, a mi abuela Juana, a mis tíos, a quien quisieran elegir entre los patrones. Más regalos recibía mamá. Obsequiábannos gallinas y pavos, lechones y cabritos, frutas y tejidos y cuantas cosillas consideraban buenas. Retornábaseles la atención con telas, pañuelos, rondines, machetes, cuchillas, sal, azúcar...Cierta vez, un indio regalóme un venado de meses que me tuvo deslumbrado durante todas las vacaciones.

Por esos días también iban ensayando sus cantos y bailes las llamadas "pastoras", banda de danzantes compuesta por todas las muchachas de la casa y dos mocetones cuyo papel diré luego.

El día 24, salido el sol apenas, comenzaba la masacre de animales, hecha por los sirvientes indios. La cocinera Vishe, india también, a la cual nadie le sabía la edad y mandaba en la casa con la autoridad de una antigua institución, pedía refuerzos de asistentes para hacer su oficio. Mi abuela Juana y mamá, con mis tías Carmen y Chana, amasaban buñuelos. Mi padre alineaba las encargadas botellas de pisco y cerveza, y acaso alguna de vino, para quien quisiese. En la despensa hervía roja chicha en cónicas botijas de greda. Del jardín llevábanse rosas y claveles al altar, la sala y todas las habitaciones. Tradicionalmente, en los ramos entremezclábanse los colores rojo y blanco. Todas las gentes y las cosas adquirían un aire de fiesta.

Servíase la cena en un comedor tan grande que hacía eco, sobre una larga mesa iluminada por cuatro lámparas que dejaban pasar una suave luz a través de pantallas de cristal esmerilado. Recuerdo el rostro emocionadamente dulce de mi madre, junto a una apacible lámpara. Había en la cena un alegre recogimiento aumentado por la inmensa noche, de grandes estrellas, que comenzaba junto a nuestras puertas. Como que rezaba el viento. Al suave aroma de las flores que cubrían las mesas, se mezclaba la áspera fragancia de los eucaliptos cercanos.

Después de la cena pasábamos a la habitación del Nacimiento. Las mujeres se arrodillaban frente al altar y rezaban. Los hombres conversaban a media voz, sentados en gruesas sillas adosadas a las paredes. Los niños, según la orden de cada mamá, rezábamos o conversábamos. No era raro que un chicuelo demasiado alborotador, se lo llamara a rezar como castigo. Así iba pasando el tiempo.

De pronto, a lo lejos sonaba un canto que poco a poco avanzaba acercándose. Era un coro de dulces y claras voces. Deteníase junto a la puerta. Las "pastoras" entonaban una salutación, cantada en muchos versos. Recuerdo la suave melodía. Recuerdo algunos versos:

En el portal de Belén
hay estrellas, sol y luna;
a Virgen y San José
y el niño que esta en la cuna.

Niñito, por qué has nacido
en este pobre portal,
teniendo palacios ricos
donde poderte abrigar...

Súbitamente las "pastoras" irrumpían en la habitación, de dos en dos, cantando y bailando a la vez. La música de los versos había cambiado y estos eran más simples.

Cuantas muchachas quisieron formar la banda, tanto las blancas hijas de los patrones como las sirvientas indias y cholas, estaban allí confundidas. Todas vestían trajes típicos de vivos colores. Algunas ceñíanse una falda de pliegues precolombina, llamada anaco. Todas llevaban los mismos sombreros blancos adornados con cintas y unas menudas hojas redondas de olor intenso. Todas calzaban zapatillas de cordobán. Había personajes cómicos. Eran los "viejos". Los dos mocetones habíanse disfrazado de tales, simulando jorobas con un bulto de ropas y barbazas con una piel de chivo. Empuñaban cayados. Entre canto y canto, los "viejos" lanzaban algún chiste y bailaban dando saltos cómicos. Las muchachas danzaban con blanda cadencia, ya en parejas o en forma de ronda. De cuando en vez, agitaban claras sonajas. Y todo quería ser una imitación de los pastores que llegaron a Belén, así con esos trajes americanos y los sombreros peruanísimos. El cristianismo hondo estaba en una jubilosa aceptación de la igualdad. No había patrona ni sirvientitas y tampoco razas diferenciadoras esa noche.

La banda irrumpía el baile para hacer las ofrendas. Cada "pastora" iba hasta la puerta, donde estaban los cargadores de los regalos y tomaba el que debía entregar. Acercándose al altar, entonaba un canto alusivo a su acción.

- Señora Santa Ana,
¿por qué llora el Niño?
-Por una manzana
que se le ha perdido.

-No llore por una,
yo le daré dos:
una para el Niño
y otra para vos

La muchacha descubríase entonces, caía de rodillas y ponía efectivamente dos manzanas en la plataforma que ya mencionamos. Si quería dejaba más de las enumeradas en el canto. Nadie iba a protestar. Una tras otra iban todas las "pastoras" cantando y haciendo sus ofrendas. Consistían en juguetes, frutas, dulces, café y chocolate, pequeñas cosas bellas hechas a mano. Una nota puramente emocional era dada por la "pastora" más pequeña de la banda. Cantaba:

A mi niño Manuelito
todas le trae un don
Yo soy chica y nada tengo,
le traigo mi corazón.

La chicuela arrodillábase haciendo con las manos el ademán del caso. Nunca faltaba quien asegurara que la mocita de veras parecía estar arrancándose el corazón para ofrendarlo.

Las "pastoras" íbanse entonando otros cantos, en medio de un bailecito mantenido entre vueltas y venias. A poco entraban de nuevo, con los rebozos y sombreros en las manos, sonrientes las caras, a tomar parte en la reunión general.

Como habían pasado horas desde la cena, tomábase de la plataforma los alimentos y bebidas ofrendados al Niño Jesús. No se iba a molestar el Niño por eso. Era la costumbre. Cada uno servíase lo que deseaba. A los chicos nos daban además los juguetes. Como es de suponer, las "pastoras" también consumían sus ofrendas. Conversábase entre tanto. Frecuentemente, pedíase a las "pastoras" de mejor voz, que cantaran solas. Algunas accedían. Y entonces todo era silencio, para escuchar a una muchacha erguida, de lucidas trenzas, elevando una voz que era a modo de alta y plácida plegaria.

La reunión se disolvía lentamente. Brillaban linternas por los corredores. Me acostaba en mi cama de cedro, pero no dormía. Esperaba ver de nuevo a mamá. Me gustaba ver que mi madre entraba caminando de puntillas y como ya nos habían dado los juguetes, ponía debajo de mi almohada un pañuelo que había bordado con mi nombre. Me conmovía su ternura. Deseaba yo correspondérsela y no le decía que la existencia había empezado a recortarme los sueños. Ella me dejó el pañuelo bordado, tratando de que yo no despertara, durante varios años.